jueves, febrero 26, 2004

querido blog:Muchas veces captamos el instante a partir de la luz, la locura de la luz .En días de lluvia la luz se vuelve trémula, mágica en ciertos momentos, densa, vidriosa, pálida, incluso pesada y deleitable al mismo tiempo. Se amotina, y no se rige por las horas marcadas por los relojes, simplemente atraviesa el día segura y distinta, como en una rebelión de personalidad, embargada de alegría, de tristeza.
A veces, éstas no son muchas y hay que tener el corazón preparado y limpio, los acontecimientos verdaderos se camuflan detrás de luces inexplicables, que coquetean con lo que debería ser, y ahí empieza el lío. Siempre se busca una referencia para que la luz no nos despiste, para que esa conversación trasnochada que ocurre a la una del mediodía sea igual de trémula hay que estar provisto de un mapa antiguo en el que extraños decorados no desmientan la escena sincera.
Y además de la luz, está la meteorología, mudarse con la meteorología, para muchos el éxtasis en la mimesis, la dicha de sentir que se es inmortal o eterno. Tomando apenas una postura lánguida ante el cristal-almohada frío y mojado de lluvia en pleno autobús (modo novelesco), o palpitando sofocadamente bajo un sol descarado cuando en realidad lo que escuchamos nos dio frío.
Desde mi modesta mirilla al mundo, reclamo la sublevación ante los cambios climáticos, preservar el corazón de lo que la luz espera de nosotros, reinventar las horas,vaciar la arena de todos los relojes...
Me encantan los días de lluvia, más si se anuncia nieve y tengo el corazón ardiendo, y el contraste me hace cosquillas.