jueves, mayo 20, 2004


querido blog : Recuerdo que esperaba ansiosa que algún día el verano nos trajese lluvia para que se produjese el milagro.
Amotinadas manadas de nubes oscurecían la tarde ,se volvía húmeda y nos invadía una luz irreal. Las calles eran ríos , porque en el pueblo no hay alcantarillas, y yo me preguntaba si alguien en el fondo del valle recogería toda aquella agua que corría camino abajo.

Recuerdo que salían las gentes del pueblo cuando la noche era oscura como la boca de los lobos,lobos que yo imaginaba corriendo por la montaña, pero sólo la cumbre, todo el mundo decía que no bajaban al pueblo.Todo el mundo sabe en los pueblos que los caracoles salen de noche a comer y sobre todo en noches acuosas. Les gusta el fresco y yo me pregunto si ellos también huelen la humedad que trepa desde la tierra, tan verdadera.

Pertrechados con pequeñas luces, quinqués antiguos, linternas viejas, artilugios de pesca y redes salía la gente del pueblo fuera del pueblo, a los campos.Era el punto culminante del verano, la recolección, y había esparcidas por los campos personas de extraordinaria luminosidad, como mariposas, trabajando solas o en grupo, y vestidas para el apogeo de la luz: camisas y pantalones campestres y sombreros anchos atados con telas , gorras..., el caso era ir ataviado con la inconfundible señal del recolector lumínico.

Ahora ya no lo veo, y quiero pensar que los caracoles siguen saliendo esas noches, que son mucho más libres.Yo sigo añorando el mar de luces , el reflejo agitado del cielo en el monte.