martes, febrero 01, 2005



Después de que hayan pasado los meses y me de pereza subir hasta la azotea para mirar el termómetro y vaciar el pluviómetro en las plantas he decidido cambiar la ubicación de la estación meteorológica. Ella es sencilla, mecánica como tornillos antiguos, porque si el termómetro fuera analógico no discutiría tanto sobre lo que leo exactamente en el mercurio, y no me entretendría tanto vaciando el pluviómetro o vigilando que la veleta señale el norte o cuidando que las pequeñas aspas que giran con el viento no se la lleven enterita volando.
Ahora la he atado al balcón, así asomo la carita apartando la cortina y pego bien la naricilla para leer la temperatura en el termómetro, aunque la sensación de frío también la siento cuando me pego a la ventana. y respiro profundo, y sobre el vaho del cristal escribo tu nombre.