querido blog:Los trenes me cotinúan pareciendo lugares al mismo tiempo inhóspitos y hospitalarios para lo que llevamos dentro.Los viernes son días de rebajas en los de cercanías, y la gente que viaja en ellos, en lugar de bolsas de la compra, rebosan maletines, maletas , mochilas, hatillos....viajan con la misma voluntad que las puertas automáticas que abren y cierran los vagones, ajenos a los encantos de la travesía, la mayoría ignora el juego de colores que se puede contemplar a través de las inmensas vitrinas, los paisajes enredados en distintas climatologías, la mayoría ignora también el placer de la lectura, aunque siempre hay quien sin saberlo parece llevar un jubón encima,contagiado por la lectura de un libro que como un presidiario luce numeros en su lomo asignados por una respetable biblioteca municipal...
La oscuridad de la noche sólo me permitía ver en el cristal el interior del vagón, como una simetría, a ambos lados era lo mismo, fuera, dentro, dentro, fuera...
al ir de pie, y algo cansada, la lectura del libro que asía con fe en mi mano se hacía inviable, hubiese sido el mismo efecto lanzarse a hacer puenting después de un festín de faisanes,el mismo mareo...sólo me quedaba la música en mis oídos y un vagón...y sólo me faltó la mitad de medio instante para dame cuenta de su presencia...enjuto, con una piel donde se podían contar las horas de sol, solemne mendigo viajero....sin lugar a dudas sentí que era la persona más intensa de aquel vagón, incluso de aquel tren, y más fue la certeza cuando reparó en mí y vi en aquella mirada una tristura sincera, sentida, venida desde lejos, antigua, sin duda la alquimia de la tristeza....y no sé si seré osada con estos datos al afirmar, querido blog, que además de triste era el hombre más inteligente de aquel lugar, sólo podría explicarlo diciendo que a medida que pasaban las estaciones y sus andenes aquel hombre se iba disolviendo más y más en aquel espacio informe de una ciudad de abedules que debía ser por dentro...