querido blog:El invierno en lenta, dulce caricia. La tarde anda entre borradores, libros, cuadernos viejos y nuevos. Salgo de esta tarde como quien amanece de nuevo, aunque caiga la noche, los días de fiebre le hacen a una quedarse con la sensación de volver de una batalla,donde el cuerpo parece haberse desplomado por momentos ante el adversario más humilde.

....recuerdo la imagen serena y extemporánea de la enfermera pidiendo silencio, tamaño poster, en medio de un pasillo inmenso llevada por la mano de mi madre hacia enormes salas verdes ( cuando una es diminuta todo es inmenso), lo más curioso de aquellas viviencias intensas de niña camino al doctor es que apenas recuerdo la visita, recuerdo más el viaje, la espera...excepto si venía a casa, me producía demasiado respeto que se molestara en venir a casa, eso me alarmaba, y luego recuerdo haber pasado noches de fiebre soñando con la misma partida de ajedrez donde las piezas se hablaban unas a otras ( y eso que hasta hace poco no leí Alicia en el Pais de las Maravillas)...durante años la fibre me trajo la misma imagen que endurecía el despertar , con tacto de alabastro.
Ahora que estuve enferma recuerdo con más viveza como la enfermedad infantil se hacía más intensa al caer la tarde, las mismas frases mimosas y calmantes de mi madre, con ungüentos y vaporizadores, las cortinas, los edredones, todo lleno de animalitos sonrientes,mi madre guardaba una brújula entre sus manos cuando veía que empeoraba, esa brújula es la que apunta hacia los deseos.