Querido blog: Los lunes siempre son apocalípticos pero el de hoy se ha tornasolado en mil colores. Primero empecé por recibir el poema que aquí dejo del bien querido Luiggi, luego regalé el poema, y el regalo desató otros mil versos que volvieron a mí, tibios, recién nacidos, casi tímidos pero veraces y seguros. Palabras.Al final yo regalé un título de poemario, el día encontraba versos fuera del estante de los libros,un duende los había dejado allí escondidos.Maravillosos regalos.
Un idioma
Oigo una voz, me llaman por mi nombre,
y recuerdo aquel mapa
dibujado en el patio del colegio,
que era un charco, un imperio y una espada,
y se fue deshaciendo con la lluvia
hasta sentirse tierra.
Oigo la luz, el árbol, las llanuras
teñidas por el cielo
de una tarde que hablaba
en la lengua de Roma,
compuesta, descompuesta,
crecida en español,
como niños vestidos de uniforme
que buscaban dos labios
para sentirse cuerpo.
El idioma, según nos explicaron,
salió del mundo hacia otro mundo,
y regresó con voces de leyenda.
Oigo el vuelo del cóndor con sus sílabas.
Pasa el viento, reúne
los nombres y el olvido,
no respeta el puñal de los kilómetros.
Naciendo de sus muertos y de sus lejanías,
reconoció los puntos cardinales,
comprendió los rumores
de las plazas usadas por la gente,
encontró la violeta del rincón apartado
para que yo viviese
en las calles de Borges y Neruda,
entre Machado y Juan Ramón Jiménez.
La lluvia, que no corta,
pero oxida los filos de una espada,
cayó también sobre el pasado,
como aprendiendo a hablar
en las hojas de un bosque.
Oigo una voz,
recuerdo aquellos mapas de colegio.
Más constantes que el odio y la avaricia,
más fuertes que el rencor y las prisiones,
más heroicas que el sueño de un ejército,
más flexibles que el mar,
han sido las palabras.
Luis García Montero