
El viaje ya empieza en la oficina donde compro los billetes. Entro por la puerta, un cartel gigante dice "Iberia" ( se pueden decir marcas?), y la luz y la sala en sí ya me parecen que pertenecen al mega-espacio que luego sentiré el día x del vuelo, en el aeropuerto. Todo muy blanco y todo como nuevo pero antiguo, algo hay en ese lugar, las cortinas a tablitas que sé yo, que me hace entrar en los 70.
Todos los personajes de los mostradores parecen atrapados en el tiempo, afuera hace un calor tremendo y ellos visten elegantes chaquetas azul marino de lana!!La mayoría son más que mayores, y recuerdo que siempre me tratan con amabilidad exquisita, casi excesiva para estos tiempos (vaya, la delicadeza del trato nos asombra ), igual pretenden que un día me quede con ellos.Sigo.Me fascinan. Un señor muy amable, calvito y de cara entrañable me invita a su pupitre ( no exagero, es un pupitre) y cuando me hayo toda profesional dándole los datos de mi reserva me interrumpe y me dice "te puedo hacer una pregunta indiscreta?", y yo nerviosa como ando y seducida por el ambiente que allá se respira ya pienso que me va a revelar el futuro o a contarme cualquier misterio de mi existencia que yo desconozco, y sigue " qué perfume llevas? es que desde aquí llega un aroma delicioso", eso me deja sin argumentos y tardo todo el proceso de ordenador y pago para recordar el nombre del perfume entre un "no recuerdo, es que soy muy despistada", justo cuando me levanto después de toda su amabilidad le digo "eden, eso es, eden" y me dice él "feliz vuelo".