Si hay alguna cosa que he envidiado con fijeza y devoción toda mi vida ha sido la habilidad de cantar bien. No sólo es que aparezca en el escenario la soprano, el tenor...y yo me quede paralizada y el corazón se convierta en una caja hueca para dejar entrar toda su voz, no , no es solo eso, es que yo fantaseo con esa sensación de embelesar a los demás con una voz prodigiosa y una interpretación todavía más vigorosa .
El domingo disfruté desde la butaca de un teatro de la voz de una soprano que cantaba poemas de ciertos autores. La melodía empezaba por ser canción, por ser canto rodado en el ímpetu de la corriente lírica, hasta hacerse más plano cada vez, más pleno; hasta ahondarse más, limpio y liso, lisa y llanamente: más llano, más simple, más puro, en el sentir.Un aleteo que rozaba lo más hondo. Me importó poco que las primeras composiciones fuesen en alemán ( del que entiendo tanto como de horticultura ), inmóvil en la oscuridad abandonaba y cruzaba desiertos hasta aquel lugar donde habitaba ese canto de la permanencia, en medio de la noche invertebrada, para asirme a esa conmoción, para hacerla durable . Tratar de atrapar aquel brillo, poder hacerme un prendedor para el cabello.