jueves, junio 30, 2005


La insoportable levedad de hallarse
Cansados de estar muertos decidieron partir. Ambos habían decidido aquel encuentro, tomar aquel avión, esperarse, pero ahora permanecían en la misma ciudad que era todas las ciudades, sin verse.
Ella arregló su disparatado cabello, todo su entorno parecía como un arco a punto de dispararse. Guardó la carta dentro de su bolso y la volvió a coger para leerla nuevamente. Se dio cuenta del cambio que experimentaba su propio rostro y se miró furtivamente en el espejo del Café.
Él se recostó en la cama de aquel inhóspito motel, cerró los ojos y meditó un momento. Finalmente los abrió y leyó: “Existe algo en la estúpida mente humana que responde hermosamente a la idea de lo insólito, especialmente, a lo insólito de condiciones capaces de producir un fenómeno dado” .Y pensó en el hecho de que no se hubiesen encontrado, y le pareció injusto, aquello hubiera sido extraordinario. El aliento fresco que necesitaba para empezar de nuevo, desde algún punto.
Mientras caminaba por aquellas callejas sentía que estaba en “algún lugar”, cansada. Pensaba que había regresado de la nada atravesando amplias regiones, y era cierto. En ese momento tropezó con aquella librería de viejo, y decidió entrar como quien se juega su última moneda al black jack.
Miraba el lomo de aquellos libros, centrado en la certeza de la infinita tristeza que le invadía. Más que molestarle, aquel sentimiento le arropaba como algo vagamente familiar. Un chasquido en el suelo de la vetusta madera de la tienda y todo se convirtió en verla. Al instante se quitó la gorra con que se hallaba cubierto, y se adelantó con una de esas miradas que equivalen a una pregunta.


Este reto partió de Master Dustwalker, que se lo pasó a Fenrirel, de Fenrirel pasó a Raistlin, de Raistlin a Fairywindy, de Fairywindy a Jibril, de Jibril a Xana , de Xana a bruja de Abril, de bruja de Abril a Hormigo, de Hormigo a Juan, de Juan a Inma, de Inma a Dolo, de Dolo a Manios, de Manios a Milva, de Milva a Chocoadicta, de Chocoadicta a Desparafusado, de Desparafusado a El niño, de El niño a MaM-oNa, de MaM-oNa a Rosi, de Rosi a Marc, de Marc a Marta, de Marta a Dugongo , de Dugongo a Mirada, de Mirada a Muralla, de Muralla a Mad, de Mad a Thirthe, de Thirthe a Inés Mara, ésta le pasó el reto a El Fulgor, y éste me lo entrega a mí, gracias a Él....
Yo le paso el reto a manuel h. Puede empezar con la frase "Creo que los dos tuvieron miedo de lo mismo..."

Todos los textos están siendo recogidos por Fairywindy en su blog.

domingo, junio 26, 2005

Vuelvo introspectiva de mi breve estancia bajo una sábana fresca y estrellada en las montañas de alicante.
No podía dejar de escribir sobre mi visita al teatro la noche del viernes a disfrutar, con unos amigos, de 84 Charing Cross Road, una adaptación de la novela de Helene Hanff por Isabel Coixet.Argumentalmente, “84 Charing Cross Road” trata sobre dos protagonistas en medio de la Segunda Guerra Mundial. Uno de ellos vive en Londres mientras el otro lo hace en Nueva Cork. La lectura es lo que les mantiene unidos.Helene Hanff, una mujer que vive en la ciudad de los rascacielos con una vida solitaria basada en la cultura. Frente a ella se sitúa Frank Doel, un trabajador londinense. Helene decide encargar libros difíciles de conseguir a una librería especializada en libros usados, lo que le pone en contacto con el citado Frank y algunos miembros más de la librería. Una relación que se extiende más de dos décadas. Un diálogo sobre las cosas de los libros, “las cosas de la vida que no se dicen pero ahí están”, en palabras de Isabel Coixet.
En 1970 Helen, autora y protagonista real tanto dentro como fuera del libro, publicó después de la muerte de Doel, la historia que les había unido.
Gracias a esto, Helene fue capaz de viajar por fin a Inglaterra y conocer a todas las personas con las que había establecido una relación al otro lado del Atlántico.

84 Charing Cross Road es la historia de dos almas solitarias unidas por una pasión: la pasión por la lectura, por los libros, por esas ventanas hacia otras vidas que nunca nos dejan de fascinar. La noche del viernes sólo se oían cuatro risas en la sala, y éramos nosotros reflejados en el escenario.